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Bienvenido/a a nuestra página del Movimiento, te vamos a contar nuestra historia: El Movimiento Mallín, nació en 1967 en el colegio Don Bosco en la localidad de Eugenio Bustos, en la provincia de Mendoza. En el colegio había divisiones internas entre los chicos, enfrentamientos e indisciplina habitual, obligando a los directivos a tomar medidas como retiros, momentos de reflexión, pero nada daba resultado. Por esto el Padre Aldo Peréz sdb, lleva a los chicos a un retiro (actualmente el más fuerte del Movimiento) que se llamo en "Orientaciones Juveniles", paso a llamarse MALLIN. Este encuentro cambio a los chicos y contagiaron ese espíritu en el colegio y así comenzó la obra de nuestro Padre Fundador. Más tarde este Movimiento se fue contagiando a las provincias, y hoy formamos todos los que pertenecemos un Movimiento Nacional, que lleva a sus chicos y chicas esa mirada distinta que el Padre Aldo nos legó.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

La Ruta de las Decisiones


Estoy por salir de viaje, me voy a ... ¿Salgo de mañana? Sí, mejor, así voy tranquilo, con plena luz se conduce mejor. Pero... no, no, mejor salgo de noche, porque sino pierdo todo el día en la ruta. Aunque pensándolo bien, es más difícil conducir de noche. ¿Llevo la máquina de fotos? No mejor la filmadora. Bah, tengo lugar ¡llevo las dos cosas!

Ya salí a la ruta, voy conduciendo mi auto, decidí hacer este viaje, llevo en mi equipaje las cosas que quiero llevar, y por supuesto dejé algunas otras. La ruta que elegí es la que mejor me lleva a mi destino, ya está marcada, es sencillo. No voy sólo, van muchos otros autos más. Sé también, que hay otros caminos, paralelos, alternativos. Puedo decidir "hacer la mía" y armar mi propio camino, transitando caminos de tierra, algunos no señalizados, pero de esta manera pasaré por otros pueblos y localidades, antes de llegar a destino.

Cada decisión está tomada de antemano, ya planificada, pensada y de alguna forma u otra voy a llegar a donde me propuse. Llevo varias horas de viaje, todo va bien, todo calculado pero... de repente... ¡último momento! Lluvia torrencial... ¡justo hoy tenía que ser! El cielo pintaba raro, pero no pensé que llovería tan pronto. Decisión de último momento, inesperada: voy a doblar acá, me meto en esta localidad y espero un rato, a ver que pasa. Y sino sigo y punto. Lo cierto es que no voy a llegar a la hora que había pensado.

En los viajes como en la vida, tomamos decisiones. Tomar una decisión es un desafío, bastante arduo muchas veces. ¿Qué hago, renuncio o sigo en el mismo trabajo? ¿Hablo con mi jefe?, ¿planteo las cosas como son o me callo? ¿Le digo a mi pareja las cosas que me molestan o mejor no? ¿Le digo la verdad aunque duela? ¿Me mudo o sigo viviendo acá? Son algunos ejemplos de las tantísimas preguntas que nos hacemos a diario y que sí o sí todas implicarán un cambio. Decidir, optar, dependiendo del grado de importancia de la decisión, es modificar el rumbo de nuestras vidas.

Las decisiones van marcando un camino, trazan una ruta. Es cierto que el camino se va haciendo al andar, pero lo importante es tener claro a dónde queremos llegar o al menos a dónde NO queremos ir. Pequeñas o grandes, pensadas o de último momento, todas las decisiones tienen su importancia.

Decidir es hacerme cargo, es elegir, sabiendo que al hacerlo pierdo inevitablemente algo, pero que arriesgando puedo ganar mucho en el futuro. Si sale bien me enorgulleceré de mi mismo; si sale mal, me haré cargo y aprenderé del error, pero nadie me quitará esa decisión que fue personal y salió de mí.

Si bien es cierto que el destino nos va llevando, no podemos negar que nuestras elecciones arman nuestro camino y construyen un destino. Por ejemplo, creo que el destino quiso que sea escritor, pero fui yo quien se sentó, desde chico, a escribir.

Las decisiones son personales, nosotros tenemos la última palabra. En mi deambular por la vida me he encontrado con muchas personas en que las decisiones las toman los demás por ellos. Nada más desacertado. Cuando los demás deciden por nosotros, significa no querer hacernos cargo y elegimos la comodidad, porque, si sale mal, la culpa será del otro. También hay mucho de debilidad y falta de personalidad: si las decisiones las toma otro por mí, el camino trazado será el de otro y no el mío propio.

Según el diccionario de sinónimos, decidirse es animarse, resolverse, atreverse, arriesgarse. Su antónimo es postergar, evadir. Muchas veces evadimos la decisión porque elegir implica una pérdida y eso nos provoca incertidumbre.

PENSALA BIEN, OJO, NO TE ARREBATES, nos hablan los mayores desde la experiencia, porque saben que nosotros, los jóvenes, decidimos muy apresuradamente, arrebatados muchas veces, pero es propio de nuestra edad, y a medida que pase el tiempo iremos adquiriendo la habilidad, esa de pensar todo, un poco mejor.

Particularmente defiendo esa espontaneidad y aparente inconciencia juvenil, esa "locura" sana, sin vueltas, que es única e irrepetible y nos hace hacer cosas que más adelante no las volveremos a hacer.

Decidir, algo simple y complicado, dependiendo del grado de importancia de la situación. Por más que lo evitemos, tarde o temprano, hay que decidir, hay que atreverse, hay que arriesgarse, hay que elegir. Porque la vida misma es una elección y porque nuestra vida es una ruta hecha de decisiones.

Tomo una ruta puedo elegir un desvío o un atajo, puedo cambiar de ruta, y cambiar mi destino. A veces sigo a los demás autos, que son mis referentes, pero no puedo seguirlos todo el tiempo, ya que por seguirlos, olvidaré mi ruta.

Sigo mi camino, ya paró de llover, está buena está ciudad en la que paré, sin planearlo. Decido yo, soy yo, es mi vida, es mi ruta, algunos me acompañarán, otros no, algunos me comprenderán, otros no. Yo elijo el camino que me lleva hacia el mar, sabiendo y aceptando que no podré ver las montañas.

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