por el Padre Pascual Chávez Villanueva sdb
“Estamos viviendo el año jubilar por el 150° aniversario de la fundación de nuestra Sociedad Salesiana. Son numerosas las iniciativas que se están llevando a cabo en las diversas inspectorías, y un vivo interés histórico sobre los inicios de nuestra familia carismática se está difundiendo por todas partes... Con sentido de humilde gratitud sentimos necesidad de alabar al Señor por el gran don que hemos recibido.
En el centro de lo que estamos viviendo en este “Año Santo”, está la fascinación por la figura de Don Bosco, que, aún hoy, renueva en nosotros el entusiasmo, atrae el corazón hacia una donación cada vez más plena y refuerza la pasión por la misión juvenil. En estos días el recuerdo de su canonización, acaecida el día de Pascua de hace 75 años por Pío XI, nos ayuda a comprender que es su santidad la que nos conquista.
En mi primera circular al comenzar el sexenio pasado, escribía: “Queridos salesianos, sed santos!”. Invitaba así a hacer de la santidad nuestro programa de vida espiritual y de acción pastoral. Al inicio de este nuevo sexenio, el año de gracia que estamos viviendo nos propone una vez más el compromiso de santidad como el camino principal para “ser una hermosa réplica de la Congregación”, como proféticamente declaraba el mismo Don Bosco. La santidad es la belleza de nuestra vida, de nuestras comunidades, de nuestra Congregación...
La santidad de Don Bosco es la garantía de que su propuesta de vida, su escuela de espiritualidad y su modelo de acción apostólica, constituyen un auténtico camino evangélico que conduce a la plenitud del amor... En la escuela de Don Bosco aprendemos también nosotros a ser santos.
La multiplicidad y variedad de las formas de santidad, florecidas durante estos 150 años en la Congregación, entre los jóvenes y en la Familia Salesiana, son un signo de la santidad de nuestro Fundador. “La santidad de los hijos es prueba de la santidad del padre”, escribía el beato Miguel Rua enviando el testamento espiritual de Don Bosco, pocos días después de su muerte.
Así, la santidad de los hijos y de las hijas fue creciendo: siguiendo al padre, un gran número de discípulos hizo propia aquella forma de santidad casi “casera”, que es “santidad del trabajo y del patio”.
¡Son tantas las figuras de santos y santas salesianos que se han inspirado en Don Bosco! A nosotros se nos propone el mismo camino: si queremos llegar a ser santos, debemos mirarle a él. Somos herederos de un santo. La santidad es la herencia más grande que él nos dejó. Don Bosco nos ha legado una santidad original, hecha de sencillez y simpatía. Una santidad que nos hace amables, buenos, sencillos. Es la santidad a la que estamos llamados. Este fue el regalo de Don Bosco a los jóvenes y este es el mejor don que también nosotros podemos hacerles hoy. ¡La juventud pobre tiene derecho a nuestra santidad!
El júbilo del día de Pascua del 1 de abril de 1934, vivido en la Plaza de San Pedro, situa la santidad de Don Bosco en una luz pascual. Ante la Pascua de este año de gracia 2009 invito a todos a vivir, con gozo y renovado compromiso, este camino de santidad como novedad de vida.
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